Ofrendas, viajes al panteón, música, comida, películas, ¿qué otros recuerdos tienes de esta festividad?
Por Fran de León
El color y el aroma del cempasúchil era la clara señal de que se acercaba el Día de Muertos. Había que comprar ramilletes de estas flores anaranjadas para adornar la ofrenda en la casa donde se recordaría la memoria de un ser querido fallecido. En una mesa se ponían el resto de los elementos: velas, pan de muerto, un vaso de agua, cañas para formar un arco, la foto del difunto, calaveritas de azúcar y otros más. Al llegar a casa el copal te recibía de lleno con su inconfundible olor.
No había año que en la televisión no pasaran la película “Macario” con Ignacio López Tarso y Pina Pellicer, una oda a la celebración que tenía su propio mensaje sobre el significado de la vida y la muerte. Allí vimos a los personajes pidiendo su calaverita. Esta práctica era muy popular. Los niños de bajos recursos salían a las calles equipados con una caja de zapatos, una vela adentro y una rendija para el dinero, así se pedía la calaverita a los adultos que uno se encontraba. ¿Qué recibían los niños? Monedas y uno que otro billete. Suficiente para al final de la noche gastárselo en golosinas. Recientemente y gracias a Disney llegó “Coco”, película animada donde se refleja de gran manera el colorido y significado de esta celebración.
El 1 o 2 de noviembre era visita obligada al panteón. En el camino se compraban flores y comida. Las familias llevaban cubetas para el agua, pico y pala. Se ponían las flores en la tumba. La comida era para los que pasaban el día arreglando el promontorio de tierra o la lápida de mármol. Tampoco faltaban las veladoras. Si había dinero, se contrataban músicos ambulantes. Era un día de fiesta entre tanto muerto.
En las calles, en las casas, en las tiendas y en los mercados se veían adornos de papel picado, pan de muerto, dulce de camote y calabaza en tacha. No se recordaba esta fecha con dolor sino con nostalgia y alegría. Así es el Día de Muertos que yo recuerdo. EC